Hacia mucho había pensado en este lugar, en cuanto quería
regresar y los tantos recuerdos que yacen en él.
Así en lo que asumí seria mi último resurgir de fuerzas, decidí
regresar a mi santuario, a mi paraíso personal.
El cielo pintado de azul y rosa por un sol que ya iluminaba,
pero aun no había salido, yacía sobre, mientras yo, recostado en el pasto
húmedo lo veía, y pensaba, tantas veces
este cielo me ha acompañado.
Tantas veces me había recostado en este mismo lugar a
admirar toda su belleza y basta infinidad sin más a mí alrededor que el vuelo
de los mirlos y el canto de los ruiseñores.
Con los ojos cerrados, no puedo hacer más que recordar.
Recordad una infancia llena de aventuras en selvas
fantásticas y planetas del espacio exterior, tantos momentos, todos en este
mismo lugar, y cuando fui creciendo simplemente, ver el cielo y pensar en su
lejanía.
Todo siempre recostado en el pasto que pretendo sea ahora mi lugar de
partida. Tantos momentos, hoy parecen tan lejanos, mis juegos, mis
pensamientos, nuestro primer beso.
En esa ocasión era el cielo nocturno quien estaba de mi
lado, y todas las estrellas, desde su brillante lejanía, habían ido a
espiarnos, simplemente hablábamos, nos
divertíamos, mientras fingíamos que nada pasaría, hasta que entre risas nos
quedamos en silencio, y bueno, ya nada mas podía yo hacer.
Me duele tanto pensar que debo dejarte, y en que ya no podré
hacerte feliz nuevamente, y es ese el único remordimiento que llevo, espero que
te consuele saber que es en este lugar donde me fui y que te esperaré ansioso
desde el otro lado, pero por sobre todo, que hasta el último instante, yo te
amé.
El sol se hace presente y golpea mi cara y pecho.
Abro los ojos y lo veo.
El cielo azul, majestuoso, lo fue antes, y lo será después
de mí.
Verlo, solo acompañado del vuelo de los mirlos y el canto de
los ruiseñores, hoy es más hermoso que nunca.
No puedo pensar una mejor forma de irme.
Escrito por: Manuel Geraldo
Escrito por: Manuel Geraldo